En este sitio pueden encontrar una entrevista que le hicieran Aurelio Asiain y Juan García Oteyza a Ibargüengoitia para el número 100 de Vuelta, en 1978. Luego, acá pueden escuchar parte del coloquio que se hizo en el reciente Cervantino para celebrar los 80 años de su nacimiento. Se escucha más o menos pero tiene la peculiaridad de que es Brenda Lozano quien habla. ¿Por qué es eso peculiar? Pues porque fue esta señorita quien, en una ocasión, hablando sobre la muerte de Walser, y así como de pasada, me dijo que otra muerte que de algún modo estaba prefigurada en su obra, era la de Ibargüengoitia.
Y pues hace rato yo estaba en el Metrobús, y entre que le ayudaba a una señora a recoger la cobija con la que cubría a su cría y entre que me agarraba fuerte de un asiento para no caerme, leí el siguiente fragmento de "Botiquín de Viaje", de Viajes en la América ignota:
"El botiquín que uso es una bolsita de lona, de forma rectangular, de 12 por 10 por 5 centímetros, que sirve no sólo de botiquín sino también de estuche de tocador. Allí pongo un cepillo de dientes al que le corté la cola, un rastrillo de rasurar y unas navajas de repuesto. He observado que la constitución de este botiquín, que he estado usando desde hace veintitrés años, ha ido cambiando conforme pasa el tiempo. Antiguamente contenía un remedio para el pie de atleta -que se echó a perder antes de que yo tuviera necesidad de usarlo-, gasa, tela adhesiva, mercurio cromo y agua oxigenada. Como podrá notarse, los viajes que yo hacía era caminando y la única enfermedad para la que yo iba prevenido eran las ampollas que me salían en los pies. En una ocasión, cuando crucé con otros amigos ciento cincuenta kilómetros del territorio de Quintana Roo, agregué dos botellas de una infusión de tabaco y otras yerbas que probablemente ahora serían consideradas alucinógenas, que es lo que los chicleros tomaban cuando los mordía una víbora. Como no me pasó tal cosa, al llegar a Valladolid tiré las botellas a la basura y no tuve la oportunidad de estudiar el proceso curativo de la infusión. Había quien afirmaba que provocaba vómito; otros, en cambio, decían que no era antídoto de nada, pero que servía para olvidar las penas.
El caso es que, como ya dije, el contenido de la bolsa ha ido cambiando con el tiempo. El primer cambio ocurrió cuando me di cuenta de que la gasa y la tela adhesiva no iban a servir de nada en caso de que se cayera el avión. No recuerdo cuál fue el razonamiento que me llevó a sustituirlas por unas curitas".
También: no sé por qué no puede verse en línea, pero en el número de noviembre de 2003 y en enero del año pasado de Letras Libres pueden leerse algunos textos que hasta entonces eran inéditos del autor.